El mes de mayo, florido y hermoso es una llamada a renovar nuestro cariño por la Virgen Madre. Pablo VI inició con la Marialis Cultus un Nuevo mirar a la Virgen. Con él se inicia el camino que el Concilio Vaticano II. Fue, sobre todo, el Papa Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris Mater quien baja a la Virgen del pedestal y la pone a caminar con nosotros en su itinerario de fe. Desde entonces, la sentimos más cerca en nuestro caminar. La Virgen no ha perdido grandeza y está más cerca de sus hijos que caminan entre luces y sombras como ella. Es bueno tener esa guía y ser conducidos por su mano fuerte.
La mano humana que condujo a Jesucristo por los caminos de la vida.
El papa Francisco nos a dejado una catequesis sobre la Virgen, como modelo e imagen de la iglesia que nos puede ayudar al comienzo de este mes Parte el Papa de unas palabras del Concilio Vaticano II, nº 63:”La madre de Dios es figura de la Iglesia, como ya enseñaba SanAmbrosio: en el orden de la fe, del amor y de la unión perfecta de Cristo”
1º María modelo de fe
María es una muchacha judía que esperaba al redención de su pueblo. Llevaba en su corazón un secreto que ni ella conocía plenamente: Estaba destinada a ser Madre del redentor. Con su <<sí>> su vida se concentra en Cristo, su Hijo en quien se cumplen todas las promesas de Israel. “¿Cómo vivió María esta fe? La vivió en la sencillez de las mil ocupaciones cotidianas de cada mamá, como proveer el alimento, el vestido, a la atención de la casa… Precisamente esta existencia normal de la Virgen fue el terreno donde se desarrolló una relación singular y un diálogo profundo entre ella y Dios, entre ella y su Hijo. El <<sí>> de María, ya perfecto en su inicio creció hasta la hora de la cruz. Allí, su maternidad se dilató abrazando a cada uno de nosotros, nuestra vida, para guiarnos a su Hijo. María vivió siempre inmersa en el misterio de Dios hecho hombre, como su primera discípula, meditando cada cosa en su corazón a la luz del Espíritu Santo, para comprender y poner en práctica toda la voluntad de Dios”. En los momentos de dificultad, de prueba, de oscuridad, ¿la miramos a ella como modelo de confianza en Dios, que quiere siempre y solo nuestro bien?
2º María modelo de caridad
En la visita a su prima Isabel no solo lleva ayuda material, le lleva a Jesús. Es la alegría plena para aquel matrimonio que estaba contento con el hijo llegado en la vejez. “La Vigen quiere traernos también a nosotros, a todos nosotros, el gran
don que es Jesús; y con Él nos trae su amor, su paz, su alegría. Así la Iglesia es como María: la Iglesia no es un negocio, no es una agencia humanitaria, la Iglesia no es una ONG, la iglesia está enviada a llevar a todos a Cristo y su Evangelio; no se lleva sí misma -sea pequeña, grande, fuerte o débil- , la Iglesia lleva a Jesús y debe ser como María cuando fue a visitar a Isabel. ¿Qué llevaba María? Jesús. La Iglesia lleva a Jesús: esto es el centro de la Iglesia, ¡llevar a Jesús! Si por hipótesis una vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, esa
sería una Iglesia muerta. La Iglesia debe llevar la caridad de Jesús, el amor de Jesús”.
3º María modelo de unión con Cristo
Nos marca el camino de unión con Cristo en la bonanza y en la dificultad. Nuestra amistad con Él debe ser profunda. Amigos de Jesús hasta el Calvario y la resurrección. “La vida de la Virgen Santa fue la vida de una mujer de su pueblo: María oraba, trabajaba, iba a la sinagoga…Pero cada acción se cumplía siempre en unión perfecta con Jesús. Esta unión alcanza su culmen en el Calvario: aquí María se une al Hijo en el martirio del corazón y en el ofrecimiento de la vida al padre para la salvación de la humanidad. La Virgen hizo propio el dolor del Hijo y aceptó con Él la voluntad del padre, en aquella obediencia que da fruto, que da verdadera victoria sobre el mal y sobre la muerte”.
Contribuido por Kathy Asanza.
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Madre, Tú la más bella de la flores, no te comparo con la rosa no porque seas Tú menos que ella, sino al contrario Madre de amor y de misericordia, porque Dios al hacerte la más sencilla, la toda silencio y meditación; la mansa y sumisa; la dócil y puro amor: te alzo por lo alto del su jardín. Desde donde nos alcanza en virtud de tus méritos maternales las gracias necesaria que, a su tiempo nos imparte el Fruto Bendito de tu Vientre, Jesús nuestro eterno Señor.