Querida Familia de Schoenstatt de Miami:
¡Reciban un cordial saludo desde nuestros Santuarios en las tierras del exilio del Padre! Con los siguientes pensamientos me uno a ustedes en este tiempo de bendiciones especiales y les hago partícipes de las gracias de la Navidad en este tiempo y desde este lugar.
El Santuario es el lugar principal hacia donde queremos dirigir la mirada, como Familia de Schoenstatt, aquí en EEUU inspirados por el lema de este año:
Desde el Santuario lidera, confiado en la Divina
Providencia, con caridad para todos
Cristo viene a habitar entre nosotros. Comúnmente, no captamos la totalidad de estas palabras porque como cristianos estamos acostumbrados a permanecer en la presencia de Cristo por nuestras prácticas de fe. Pero sabemos que siempre podemos darle a Cristo un poco más de nuestra persona, para que la transforme y la asemeje más y más a él. Es decir, Cristo siempre puede tomar una forma más clara en nosotros, mucho más de lo que ha tomado hasta ahora. A esto se refiere el Padre Fundador cuando reflexiona casi haciendo eco de la actitud y palabras de San Pablo a los Gálatas: “¡Hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en ustedes» (Gal 4, 19). ¿Cómo hacemos posible que Cristo nazca en nosotros de forma nueva en este tiempo tan desafiante? El Padre Fundador continúa la reflexión:
Nuestra tarea es ‑en María, con María y como María‑ soportar dolores de parto para que Cristo nazca en los hombres. Ustedes saben qué terribles dolores son esos. Que todos los tengamos; y si no los tenemos, pidámoslos a Dios. Pero, ¿para qué? Para que Cristo nazca en nosotros, para que todos lleguemos a ser, en plenitud, imágenes de Cristo, tal como lo fue María. (…) Vivamos pues con esa actitud: «Y no vivo yo…» Sí; esta naturaleza ya no vive más, sino que es Cristo quien vive plenamente en mí. Las palabras de San Pablo no significan que Cristo reina sólo «un poco» en nosotros, sino que Cristo reina plenamente en nosotros. San Pablo siempre apunta a una sola cosa: Cristo en nosotros y nosotros en Cristo; nosotros en Cristo de manera perfecta y Cristo en nosotros de manera perfecta… (P. Kentenich, 1946)
El Santo Padre, Papa Francisco en su homilía de la Misa de Noche Buena, este año, nos ha mostrado los contornos precisos de esa personalidad que refleja el rostro de Cristo de forma perfecta, en estos tiempos modernos, en medio de las circunstancias actuales. Se trata de una persona que ama y que se deja amar. Dice el Papa Francisco que nuestro Señor siempre nos ama para que siempre encontremos una forma nueva de regalar amor. Él “sabe que nosotros mejoramos sólo aceptando su amor incansable, que no cambia, sino que nos cambia. Sólo el amor de Jesús transforma la vida, sana las heridas más profundas y nos libera de los círculos viciosos de la insatisfacción, de la ira y de la lamentación.” Según nuestro Santo Padre,“necesitamos dejarnos atravesar por su amor gratuito, incansable, concreto.” (Homilía, 24.diciembre.2020)
Así de tangible es nuestra formación en Schoenstatt. A partir del amor experimentado, por medio de la alianza de amor con la Mater, se abren nuevos horizontes para nosotros. Aprendemos a amar como lo hizo María, según el corazón de Cristo. Solamente nos queda dar un paso más: elegir ser, comportarnos, y actuar como Cristo – también podríamos decir como nuestro Padre Fundador o como la Santísima Virgen. La humildad con que una y otra vez, en cada nueva etapa, eligieron el amor de Dios, hizo que Cristo naciera en ellos. Pero, lo eligieron. Se dejaron atravesar por ese amor y sus consecuencias, aun cuando implicase grandes sacrificios — pero grandes bendiciones también, para ellos y los demás.
La homilía del Santo Padre nos inspira más:
Surge otra pregunta: ¿Por qué [Cristo] nació en la noche, sin alojamiento digno, en la pobreza y el rechazo, cuando merecía nacer como el rey más grande en el más hermoso de los palacios? ¿Por qué? Para hacernos entender hasta qué punto ama nuestra condición humana: hasta el punto de tocar con su amor concreto nuestra peor miseria. El Hijo de Dios nació descartado para decirnos que toda persona descartada es un hijo de Dios. Vino al mundo como un niño viene al mundo, débil y frágil, para que podamos acoger nuestras fragilidades con ternura. Y para descubrir algo importante: como en Belén, también con nosotros Dios quiere hacer grandes cosas a través de nuestra pobreza. Puso toda nuestra salvación en el pesebre de un establo y no tiene miedo a nuestra pobreza. ¡Dejemos que su misericordia transforme nuestras miserias!
¿Me atrevería a elegir para mí el camino de la fragilidad, de la condición más inconveniente por el bien de aquellos que esperan mi amor? Frente a las muchas decisiones que hemos tenido que enfrentar en este año de la pandemia como pueblo cristiano, surge la pregunta para nosotros también: ¿Por qué quiso la Divina Providencia darnos un tiempo como este? ¿Por qué nos ha exigido tantos sacrificios? ¿Son suficientes estos sacrificios? ¿Qué me exige Cristo a mí para nacer en mí, para tomar forma clara en mi personalidad? ¿Dónde recibo la gracia para que el milagro de Cristo se haga realidad en mí y en tantas personas que se acercan al Santuario?
Con gran anhelo rezamos por el fin de la pandemia dadas las muchas formas en que hemos sido afectados por ella. No olvidemos que desde hace meses el Santuario no recibe tantos peregrinos como pudiera. Seguramente la Mater será quien más contenta estará una vez podamos abrir las puertas de este “Belén” todos los días de la semana y fines de semana.
Este es el lugar donde Cristo quiere nacer de nuevo, donde la Mater quiere formarnos en vivas imágenes de su Hijo, donde Dios Padre nos quiere dar las gracias que necesitamos para darle un poco más de nuestra persona a su Hijo. Este es el lugar donde Dios hace grandes cosas con nuestra pobreza, donde Dios nos ha mostrado su amor de forma concreta y gratuita. No hemos hecho nada para merecernos vivir en alianza con el corazón más puro de la humanidad: el corazón de María. Hacia este lugar dirigimos nuestra mirada en este tiempo y le pedimos a la Mater que nos regale lo que necesitamos para elegir la forma, la actitud, la disposición de Cristo en las circunstancias del presente.
En esta octava de Navidad, les tengo muy presente en la Misa diaria en nuestra capilla de la casa provincial donde rezo por todas sus intenciones. También les recuerdo en el Santuario Internacional y en el Santuario del Exilio. Desde aquí me uno a ustedes en estos días de festividades por el nacimiento de nuestro Señor en nuestros corazones, en nuestro Santuarios Hogares, y sobre todo en nuestro Santuario Luz y camino hacia el Padre misericordioso.
Hna. M. Isabel
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